Dicen que las canciones simples pasan a la historia. Porque no se necesitan grandes mesas…
Videografía Rock: “Lazarus” – David Bowie
Dir. Johan Renck, 2016.
Fue en Octubre de 2015 cuando Bowie decide terminar su tratamiento contra el cáncer, luego de ser informado que la enfermedad se ramificaba vertiginosamente y sin vuelta atrás. Dos semanas después se encontraba en Brooklyn grabando el video para su segundo sencillo, de nombre bíblico, de aires oscuros y de esencia mortuoria: una elegía a Lázaro, el personaje a quien Jesús resucitó de entre los muertos. Éste, su último regalo audiovisual, para los que aún permanecemos en la tierra, sería publicado el 7 de enero de 2016. Un día después, justamente para su cumpleaños número 69, David Bowie lanzaba Blackstar (★) su vigésimo quinto y último álbum de estudio, que vendría a cerrar una prolífera carrera de más de 5 décadas. Con Lazarus y luego de una ardua batalla (que duró alrededor de 18 meses), Bowie decía adiós al mundo, desde un extraño estado de espacio-tiempo; la fase de transición entre la vida y la muerte.
Dentro de una lúgubre habitación de hospital, se halla en el centro una cama en la que yace Bowie, con una venda que lo enceguece y botones por ojos. Un nuevo personaje que se suma a los tantos alter egos del británico, pero esta vez, se trata de un ser en sufrimiento, atormentado y acechado por la muerte que lo merodea. Bowie alude a su enfermedad al cantar “Look up here, I’m in heaven. I’ve got scars that can’t be seen” (Mira aquí arriba, estoy en el cielo. Tengo cicatrices que no pueden ser vistas), mientras se retuerce y se aferra de las sábanas. Un close-up a sus manos y el tono de su piel de tinte ceniza, delatan su condición. Lentamente se deja ver la transmutación hacia el otro lado, cuando comienza una levitación a modo de vaivén, que lo mantiene entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Creativo hasta el último momento, introduce a otro Bowie, la estrella oscura: Blackstar. Es él el más luminoso, el que aún tiene las fuerzas para ponerse de pie, para bailar y posar o incluso tomar un lápiz y crear. Pero él también es acechado por lo inevitable, ya que ambos personajes están envueltos por un sentimiento fatal; el tiempo en la tierra se acaba y hay que preparar la partida. Acabado el ciclo, habrá tiempo y espacio para una libertad en el más allá.
“Oh I’ll be free, just like that bluebird. Oh I’ll be free, ain’t that just like me?” (Oh seré libre, como ese mirlo. Oh seré libre. ¿No es eso propio de mí?).
Un 10 de enero del año 2016, en la ciudad de Nueva York, se apagaba la luz terrenal de una leyenda: Bowie, uno de los artistas más multifacéticos, innovadores e influyentes en la historia del rock y la cultura popular de todos los tiempos. Un hombre que se transformó en ícono y referente para muchos, pero que nunca se conformó con ser reconocido únicamente como una estrella de rock… Se refugió en la música, en la moda, las artes escénicas y el diseño (por nombrar algunas), buscando poder expresar y compartir su sentir al máximo nivel. Un artista completo, que se reinventó una y otra vez para dejarnos un inmenso legado, difícilmente igualable.
“It’s more than being a star. What it is, really, is that I want to be productive. I’m not content to be just a rock- and- roll star all my life. I’m trying to be one at the moment, because I need it for a particular reason. So, I can get off and do other things” (Es más que ser una estrella. Realmente es, querer ser productivo. No me contento con ser únicamente una estrella del rock and roll toda mi vida. Estoy tratando de ser una en este momento, porque lo necesito por una razón en particular, para después arrancar y hacer otras cosas)
(David Bowie, 1947 – 2016)