Wild God: El bautizo y resurrección de Nick Cave

Wild God: El bautizo y resurrección de Nick Cave

“El dios salvaje señala tu costado. Estás sangrando mucho. Has estado sangrando durante mucho tiempo, posiblemente desde que naciste. Hay un oso en la herida…”—. Estos versos son parte del poema “Sometimes a Wild God” de Tom Hirons que Nick Cave encontró mientras ideaba el nombre de este disco junto a Warren Ellis. Nick tenía tres ideas: Conversion, Joy y Wild God. La primera le resultaba demasiado religiosa, la segunda la asociaba demasiado a una “felicidad”, que era una palabra engañosa; entonces quedó Wild God y ambos estuvieron de acuerdo en la potencia y el misterio detrás de este título para el disco. Este poema de Hirons siento que fue clave porque funciona como una conexión genuina, dándole peso al propio Dios Salvaje de Nick, intensificándolo, y otorgándole un significado porque posee una sensación de humanidad ordenada a merced de una fuerza antigua, caótica, que se enlaza a lo que dice W. B. Yeats, durante una estancia en París en 1911, —Después de nosotros, el Dios Salvaje— cuando descubrió, con tristeza, que, tras todos los Mallarmé, Moreau o Verlaine (aquella vanguardia literaria a la que él también pertenecía) tan sólo quedaba el vacío del caos. El caos como aquello que existe antes que el resto de los dioses y fuerzas elementales. Como una hendidura que se abre. “Existe un corazón puro, pero a su alrededor es un caos”, dijo también Nick tras publicar Ghosteen, el abrumador álbum dedicado a la muerte de su hijo Arthur, para referirse a cómo había empezado a ver el mundo marcado por el dolor de tan terrible pérdida. “No sé dónde estaría si mi hijo no hubiera muerto. El dolor te convierte en persona. Antes estaba a medio hacer”.

 

Cave sufrió las muertes de sus hijos Arthur, en 2015, y Jethro, en 2022. Y ese sufrimiento marcó su obra desde entonces. Y aunque la muerte siempre fue un tema dominante en su lírica, en los últimos años —junto a la imaginería religiosa de un modo especialmente visceral— tiñó prácticamente cada verso  en su música de una manera mucho más personal y descarnada. Pero si buscan en el Wild God un disco espiritual inspirado en la muerte y en la búsqueda de consuelo, se estarán quedando en la superficie. Algo de eso hay, por supuesto. No puedo ni empezar a imaginarme el dolor desgarrador que debe ser perder a un hijo. Las leyes de la vida dictan que las cosas fueran al revés. Pero acaso inesperadamente, Nick Cave nos habla desde una perspectiva mucho más compleja y profunda. Diciendo que el mundo, a pesar de todo, es hermoso y que hay que apostar por la luz y la belleza, esa que sentencia Dostoyevski que es la única que puede salvar al mundo. El Wild God es la resurrección de sí mismo. El Wild God es un bautizo; una inmersión en las aguas turbulentas, pero cálidas, que de pronto se transforman en un cielo azul. Su arte ya se revolcó suficiente tiempo en la oscuridad y ahora es momento de la esperanza.

Wild God fue producido por Cave y su socio clave Warren Ellis, pero le entregaron las tareas de mezcla a Dave Fridmann de Flaming Lips / Mercury Rev. Su toque cósmico de consola se puede sentir en el instante en que aparece “Song of the Lake”, primera vértebra de esta columna emocional, con una orquestación invernal y campanas —vuelven las campanas que no sonaban desde Let Love In— de vibráfono y voces evanescentes. Es una apertura sencillamente majestuosa. — And he knew that even though he had found heaven. Such as described in the ancient scrolls. Still, he felt the drag of hell upon his old and mortal soul—. La aproximación de Nick Cave a la religión trasciende iglesias y ortodoxias, le atrae la belleza del misticismo y el devenir de esta misma. El personaje de “Wild God” es un Dios que sufre, no un Dios omnipresente que está fuera del mundo, sino uno que lo recorre como un pájaro prehistórico buscando desesperadamente a alguien que crea en él. — He went searching for the giro down in Jubilee Street. But she’d died in a bedsit in 1993. So he flew to the top of the world and looked around and said: Where are my people? Where are my people to bring your spirit down?—.

A medida que el viaje del Dios Salvaje llega a un punto de ruptura, somos alcanzados por un coro góspel que nos abraza mientras Cave grita, dejando que el Dios Salvaje ( a veces él, a veces nosotros) ceda en una liberación emocional. —Bring your spirit down—. Pienso que es el propio Nick hablando sobre su proceso de pérdida, hablando sobre sus años salvajes ; ahora solo tiene sus recuerdos. La chica muerta de Jubilee Street se alza como sustituta de la diosa de pelo oscuro y malhumorada que siempre ha deseado. Es un espejismo, una fantasía, pero una motivación y musa constante y así recorre el mundo. Se comunica con sus fans/ adoradores. Por que todo lo que puede hacer es seguir adelante. Como un ejercicio de vulnerabilidad y transparencia. — Si Dios está en todas las cosas, bien puede ser que esté en las canciones. Dios puede ser, entonces, todas las canciones. Y, por lo tanto, las canciones pueden tener un significado moral implícito: son buenas en sí mismas— Escribió Nick Cave en The Red Hand Files, la página donde responde por escrito preguntas de sus fans, o de quien pregunte. “Entendemos el oscuro potencial del corazón del mundo porque hemos visto el interior del nuestro”.

 El propio Cave definió su reciente disco como un disco complicado, pero contagioso y alegre. Los tremendos acontecimientos en su vida, lejos de forzarlo a la contención de un retiro discreto, lo empujaron hacia una valiente búsqueda de esperanza, a una reconciliación con la vida y con el espíritu. Nick está recolectando amor de una manera casi vampirica. Se nutre de esa grieta que es el núcleo emocional por donde entra la luz. —The children in the heavens jumping for joy, jumping for love and opening the sky above. So, take that gun out of your hand cause all will be well say the bells. Its sunday morning and I’m holding your hand—.

Tal vez el momento más revelador del disco se produce en “Joy”. Que comienza serpenteante y a la deriva. Los tonos sintetizados flotan y brillan a nuestro alrededor y el fantasma de un hijo muerto nos trae un mensaje: “We have all had too much sorrow now is the time for joy”. Cave termina el tema contemplando el caos, ese caos que existe desde antes que el resto de los dioses, mientras las estrellas se alzan sobre la tierra,  brillantes y triunfantes como metáforas de amor. Cave siempre ha usado la imaginería del cristianismo, citas del evangelio, rezos u oraciones retadoras y acá vemos cómo ha cambiado su relación con Dios. Y eso no se comprende sin tener presentes las muertes de sus dos hijos y algunas más acontecidas en estos últimos años; su madre, su ex novia juvenil Anita Lane con quien estuvo en los albores de Bad Seeds y su viejo amigo —cantante de The Pogues— Shane MacGowan. No escatima en oscuridad, pero evoca trascendencia en una suerte de euforia mística que solo la vida puede entregar. La canción sobre Anita se llama “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)” y es maravillosa, con un aire de danza ensoñadora. Es un tributo sentimental que compuso Nick a un Dios Salvaje que caminó con nosotros. Exaltación y alegría después del duelo. Posee una grabación telefónica de Lane riéndose mientras recuerda su pasado disoluto que representa una clara comunión con el más allá. Un fantasma adolescente como confirmación de que nuestros seres queridos fallecidos aún viven dentro de nosotros. — Do you remember we used to really, really have fun? ‘Cause we’d be just by ourselves, mucking around, really relaxed, not under pressure. I guess that’s how we’d make up songs—.

Como vocalista, Nick ha perfeccionado durante mucho tiempo un estilo de predicador, que permite que sus letras transiten apasionadamente por los confines de la música. Cada canción de este disco es una conversión individual y no es necesario ser una persona inclinada a la religiosidad para creer en el poder transformador del amor que se canta aquí. — Touched by the spirit and touched by the flame. I never ever saw you so beautiful as that again—. A lo largo de este disco, la batería  vibrante de Thomas Wydler te abraza como fuego mientras que el bajo de Martyn Casey mantiene el calor bajo los arcos melódicos y elegantes del piano de Cave que serpentea como un Dios Salvaje por nuestras venas. La música sigue el mismo camino. Cave ha vuelto a reunir a los Bad Seeds que parecían un poco sobrantes desde Ghosteen y que no aparecieron en absoluto en Carnage —álbum acreditado solo a Cave y Ellis— e invitó a un colaborador de excepción que trajo nueva sangre como Colin Greenwood, bajista de Radiohead. Las melodías inundan la música, se sienten simultáneamente etéreas y repletas, y luego desaparecen como corrientes. — And my hand, searching for your hand, searching for my hand and I will always love you—.  Wild God puede parecer insondable, pero es un disco que te deja lleno de vida. — I told my friends that life was very sweet and the cinnamon horses in the turpentine trees—. Un góspel nuevo, un góspel personal. Una hendidura de la cual brota luz. Que se aleja del paisaje gótico  y la imaginación salvaje de Cave y nos tiende la mano como un padre herido que no se lame las heridas y nos guía a través de aperturas bíblicas, repletos de voces corales que son, definitivamente, celestiales.

Long Dark Night” nos recuerda un poco al Nick más clásico. Una mezcla del Bostman’s Call y Let Love In. La canción más —Into My Arms— desde —Into My Arms—. Donde se inspira en el poema Noche Oscura Del Alma del español  San Juan de la Cruz.Es cuando el alma exhausta dejó de esperar a Dios, cuando la desgracia exterior o la sequedad interior le hizo creer que Dios no es real, pero sí sin embargo lo sigue amando, si le horrorizan los bienes que buscan sustituirlo, es entonces cuando Dios, al pasar un tiempo, se acerca de nuevo a ella, se muestra, le habla y la premia«, dijo la filósofa cristiana Simone Weil sobre el texto original del español. — Maybe a long dark night is coming down—.

Hay una persecución absoluta de la belleza en este disco, de la belleza verdadera, de esa que se encuentra en el alma. La teoría de que la dicha aún es posible y que nos cubrirá como las aguas cubren el mar se encuentra latente en estas 10 canciones y 44 minutos de duración. Nick Cave nos ofrece una experiencia trascendental, con el trabajo en conjunto de la que es, sin duda, una de las mejores bandas sobre el planeta tierra, The Bad Seeds. Aquella persona que durante años se empecinó en ser un ángel maldito —desde The Birthday Party, una banda que pretendía terminar con la música a partir de sus propias vísceras— y a punto de cumplir 67 años, nos entregó uno de los discos más esperanzadores del siglo. Y es que el Nick Cave que sucede a la muerte de sus hijos es un Nick Cave que no pide clemencia sino que acude y brinda luz donde cree que hace falta. Trascendió la expectativa artística y nos invita a sanar nuestra alma como un acto de humanidad.

 

Matias Garcia

La música me salvó la vida.

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